Viajar enriquece el alma. No hay nada más placentero para mí que saber que me voy de viaje. Me pongo nerviosita, me exalto... todos mis sentidos se alteran. Es uno de los mayores placeres que existen.
Siempre me ha gustado viajar. En ocasiones incluso no me ha importado dónde dirigirme, únicamente mi motivación era coger mi macuto, ponerlo en mi espalda y cambiar de aires. Ver horizontes nuevos es maravilloso, se amplía la mente y se fortalece. Ver diferentes lugares, conocer gente nueva... nos hace hasta mejores personas.
En mi vida no he podido viajar todo lo que me gustaría, es una espinita que tengo ahí clavada. Por eso admiro a las personas que sí lo han hecho. No soy nada envidiosa, pero tengo que reconocer que cuando conozco a alguien y me cuenta sus viajes, no puedo evitar sentirme pequeñita y envidiosa por todo lo que me he perdido.
Viajar es una de esas experiencias que creo que no se debe compartir con cualquiera. Ya lo escribió Vila-Matas en su libro "París no se acaba nunca"... "Si sales de viaje con una persona a la que no amas; o la terminas odiando o definitivamente acabas por adorarla". Es una experiencia tan importante que preferiría mil veces irme sola que compartir esos momentos con cualquiera que no sea adorada por mi persona. Hay experiencias en la vida que son tan decisivas y te cambian tanto que hay que saber elegir a quién tienes a tu lado. Una de ellas es viajar. Yo he tenido la gran suerte en mis viajes de haberme rodeado de personas tan importantes en mi vida que compartir con ellas esa experiencia me ha engrandecido tanto y me ha unido a ellas, que he salido enriquecida por partida doble.
Podría contar miles de experiencias que me han acaecido en mis viajes pero me las guardaré para otro momento. Lo que sí me gustaría compartir con vosotros es algunos momentos mágicos que me han aportado mis viajes y que me han marcado para siempre. He visto tantos amaneceres y atardeceres en ciudades diferentes... he conocido a tan buenos amigos... he vivido en mis propias carnes el síndrome de Stendhal ante monumentos majestuosos que han hecho que se me encoja el alma... he conocido tantos recovecos y callecitas impresionantes que me han hecho soñar con poder vivir allí algún día cuando sea viejita y me retire del mundanal ruido de la vida cotidiana... Siempre me ha gustado leerme algún libro de vivencias y narraciones referente al sitio en el que voy a ir para después no perderme detalles de lugares y curiosidades que se me podrían pasar de otra manera por alto. Recuerdo cuando me leí "El paseante de las dos orillas" de Apollinaire antes de irme a París... fue sencillamente maravilloso.
Hoy en día por causa de mi actual trabajo no dispongo de tiempo para irme de viaje y esto me hace sentir un poco deprimida, pero como no es de agradecidos en los tiempos que corren quejarse por lo que se tiene, sólo expresar que sueño con retomar mi antiguo trabajo y mi añorado horario para emprender un fabuloso viaje.
Pero esto no quita que siempre haya un huequito para emprender la marcha hacia algún lugar encantado. Estoy a la espera de irme a un sitio que sé que me voy a enamorar de él. No me importa en este momento de mi vida partir sola porque allí me esperan amigos y porque sé que lo necesito. Es de estos viajes que van a hacer cambiar algo en mí. Nada volverá a ser lo mismo. Volverá otra persona más fortalecida, diferente... porque todo viaje tiene de grandioso que te transforma.
Espero que a los que no sea mucho de vuestro agrado viajar, tras leer esto, os haya, aunque sea un poquito, picado la curiosidad de ir algún sitio nuevo... con eso me sentiré complacida. Y a los que ya formáis parte de mi pequeña alma y compartáis conmigo esta vivencia, pues ni qué decir tiene que siempre estaré agradecida de que me podáis acompañar alguna vez y así poder sentarnos delante de un paisaje extraordinario y brindar porque la vida nos ha juntado para saborear lentamente uno de esos momentos inolvidables.
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