viernes, 12 de octubre de 2012

Para ti...

Hoy me gustaría escribir sobre una persona que merece la pena que conozcáis. Es obvio que no voy a dar su nombre, pero confío en que pueda leer esto algún día para así sentirse identificado. 

Nos conocimos hace ya mucho tiempo. Dicen que la primera impresión es importante y es lo que se queda para siempre. He de decir que en este caso eso está muy lejos de la realidad.

Cuando vuelvo la vista atrás la primera imagen que me viene a la memoria es en un aula, sentado en la parte de atrás atiborrado de libros de todos los tamaños. Nunca había visto espectáculo semejante. Todos nos reuníamos en torno a otro compañero mío esperando noticias de un profesor que teníamos nuestras dudas que nos fuera a dar clases ese día. A él parecía no interesarle nada de todo esto. Yo lo observaba y seguía leyendo, con la vista clavada en un grueso volumen de un filósofo que no recuerdo, ajeno a todo el estallido de voces que se levantaban en el aula. Me impresionó la manera que tenía de abstraerse de todo el ruido y bullicio. Parecía tan concentrado e interesado en lo que leía que al resto del mundo y a sus compañeros no nos concedía la más mínima importancia. Todo su atención se centraba en ese libro que tenía entre manos. Tras acabar la página levantó la vista hacia nosotros con cara de pocos amigos como llamándonos la atención por molestarlo en ese vital momento, y cuando pensé que se iba a dirigir a nosotros, retomó su lectura de nuevo.

Poco a poco nos hicimos amigos. Al principio pensé que no teníamos nada en común. Él vivía en un mundo y yo en otro. Teníamos opiniones diferentes en muchos temas triviales. En ocasiones lo calificaba de borde y parecía que no existía entre nosotros ninguna conexión para que se pudiera afianzar nuestra amistad. 

Pero la vida se encargaría de quitarme la razón. Yo me sentía a su lado torpe, poco inteligente... frente a su personalidad arrebatadora, culta, decidida. Pensé que tenía poco que aportarle,pero él me hizo ver con el paso del tiempo, buscando mi compañía, que mi personalidad le hacía bien, que disfrutaba de mis cosas. Era contarle cualquier payasada mía... jamás me he cruzado con nadie que disfrutara tanto con mis cosas, parece que las vivía tal y como yo se las relataba. Cualquier mínima historia sin importancia él mostraba todo su tiempo para analizarla.

Un par de asuntos personales hizo que estrecháramos lazos y de ahí todo fue a más. A partir de entonces fuimos inseparables. Exámenes, trabajos, salidas, charlas... fueron unos años realmente enriquecedores. Cuando una persona entra en tu vida y te aporta tanto, te brinda tan buenos momentos, te hace sentirte tan comprendida y querida... se crea una conexión tan fuerte que es difícil que alguna vez se logre romper.


Yo he conocido a muchos tipos de personas en mi vida pero él en especial se merece que le dedique  esta entrada. Hemos vivido tantas cosas juntos, hemos mantenido tantas charlas sobre lo que nos preocupa, hemos compartido tantos sueños a pesar que la mitad no los hemos visto realizados...

Es obvio que no todo ha sido bonito en nuestra amistad. Hemos soportado malentendidos, hemos peleado hasta la extenuación, hemos estado meses sin hablarnos, pero siempre he estado tranquila porque sabía que antes o después, gracias al respeto que nos teníamos,unas veces yo y otras él, íbamos a dar el paso correcto para acercarnos. Es de estas personas sinceras que tras una de nuestras peleas lo único que le preocupaba era saber lo que se había perdido de mi día a día, quería que le pusiera al tanto de todo lo que había pasado por mi "loca cabezota". 

Hoy en día seguimos siendo amigos. Cada uno tiene su vida y ya no pasamos tanto tiempo juntos como en el pasado, pero esa conexión sigue viva y cuando tengo malos y jodidos momentos él está siempre ahí para darme sus largos y cansinos sermones que me hacen sonreír horas más tarde por sus ocurrencias y porque me hacen la vida mucho más llevadera. Solo decirte gracias. :)


No hay comentarios:

Publicar un comentario