miércoles, 21 de octubre de 2015

Ausencias...

Hoy, leyendo el blog de uno de mis escritores favoritos, Juan Vico, expresó la idea de que "la obra de un determinado escritor acababa siendo un catálogo de ausencias, en que la exhaustividad de lo compilado, no dejaba de poner en evidencia lo que faltaba". Así concibo yo mi vida.

La vida es un catálogo de ausencias. Inventario de experiencias, de hechos, de personas, de todo un compendio de vivencias. A pesar de todo lo que vamos sumando, existe un vacío, algo interior en nosotros mismos que nos acompañará siempre en nuestro devenir por el mundo. Nunca estamos completos, ni lo estaremos. Es algo que forma parte de nosotros irremediablemente, nos guste o no. A medida que nos vamos haciendo mayores en ocasiones prima más aquello que falta, lo que se quedó por el camino, lo que ya no forma parte unívoca de nuestro ser...

Dicen que la vida nos va completando...sinceramente yo en cierto sentido pienso que vamos siempre añadiendo, sí, pero en detrimento de albergar una amalgama de sentimientos opuestos, de convertirnos en  pedacitos de carencias...de ausencias...

sábado, 11 de julio de 2015

Escritos...

Levanto mis ojos de los folios. Un sonido procedente de la calle ha terminado por interrumpir mi concentración. He estado tan ensimismada en ellos, que apenas me he dado cuenta que debo de llevar ya unas horas escribiendo. 

Te busco con la mirada. Ahí estás, dormido sobre papeles alborotados por toda la mesa. Te mueves inconscientemente mientras te observo, pero no terminas de despertar del sueño. Inspecciono de un simple vistazo la habitación donde me encuentro, es acogedora y bonita, con paredes pintadas de un color gris cálido, y vuelvo mi atención de nuevo hacia ti. Pareces tranquilo, echado sobre tus brazos en una postura que no aparenta ser nada cómoda, pero que a ti no parece molestarte en absoluto. Soy consciente del sonido de tu respiración acompasada, ya que el cuarto se halla en completo silencio. Sólo un sonido lejano recuerda que el mundo sigue vivo en algún lugar allá fuera...

Medito sobre este momento. En cómo me siento y en cómo he acabado así. En lo bueno que es, a veces, pararse y tomar conciencia de lo que tenemos y hacia dónde vamos. Imagino que soy una simple espectadora de lo que ahora es mi vida, y que si supiera pintar, reflejaría este segundo como si de mí no se tratara. Reparo en las hojas que he escrito, como siempre...retazos de una mente dispersa. No me canso de valorar estos instantes en los que estoy sola, en los que puedo pensar abstraída en mil cosas. Sé que últimamente me encuentro rara, como ausente, pero que me conoces tan bien que aciertas a no decirme nada mientras me abandono día a día entre mis cosas, mis papeles y mis historias. En la vida hay momentos de reflexión, en los que uno necesita perderse para poder volver poco a poco a construirse, estando uno mismo completa e irremediablemente solo. 

Vuelvo a contemplarte. Has abierto los ojos no sé hace cuánto tiempo y me devuelves la mirada con una sonrisa en la cara. Te levantas muy despacio desperezándote mientras explicas que vas a darte una ducha. Te examino mientras veo cómo te alejas en dirección al cuarto de baño. Hacia el final del pasillo, caminas cómicamente persiguiendo siempre poder hacer el payaso. Esta vez eliges avanzar como un viejecito encorvado moviendo las caderas muy dramáticamente, para a los pocos minutos terminar desapareciendo definitivamente de mi campo de visión...

Al poco rato cierro los ojos y me deleito escuchando de lejos caer el sonido relajante del agua, mientras pienso...que la felicidad si existe...tendrá que ser algo parecido a esto...

miércoles, 20 de mayo de 2015

Escenario...

Amanece. Aún sigo despierta. Es la hora del nuevo día cuando se fusionan dos mundos. El de los sueños que quizá nunca se cumplan...el de las promesas que nos atrevimos a compartir una tarde de audacia...y el mundo real...donde cuesta tanto ser uno mismo...donde no vale autoengañarse porque al final todo termina por descubrirse...donde no hay caretas tras las que esconderse de nada...

Hace ya un rato que apenas pienso en nada concreto. Mi mente divaga con voluntad propia lejos, muy lejos... Mi mano como un autómata traza garabatos sinsentido alguno en una hoja de papel. Líneas y círculos se confunden creando símbolos abstractos que acaban por no representar absolutamente nada.

Pienso en lo que haré mañana cuando salga de aquí.

Correré muy rápido, lo que mis fuerzas me permitan. Necesito escabullirme del mundo, dejar atrás todo lo que duela, todo lo que pesa. Buscar un recóndito lugar donde despojarme de toda esta maldita carga. Que la velocidad que permita esa distancia sea tan fuerte que haga que se me salten las lágrimas...lágrimas causadas de tanta vida, de tanta experiencia adquirida.

De pronto quiero ser mayor para poder contemplar mi existencia desde una cierta perspectiva. Quiero cumplir años para ser esa persona fuerte, para que nada me afecte... Ser como esas personas ancianas que ya, con la madurez que otorga haberlo vivido todo, se atreven a aconsejar a otros sobre lo positivo que toda situación encierra.

Persigo que esta hoja de papel no sólo contenga dibujos y formas disparatadas...llenarla de letras que formen palabras, otorgarles sentido, jugar y darles forma...poder transmitir la vida en cada línea. Plasmar todo lo que llevo dentro, que las ideas surjan de mí hacia ti como realmente me gustaría...

Sé que sucederá y se hará realidad pronto. La clave está en escapar, huir lejos...llegar a ser autor del guión de mi propia vida...una vida concebida como un idéntico escenario pero diferentes protagonistas...

martes, 5 de mayo de 2015

La terminal...

El taxi me dejó delante de la puerta principal de la estación. Las dos menos cuarto de la madrugada, señalaba en esos instantes mi reloj. El taxista, con una leve inclinación de cabeza, antes de subir la ventanilla y marcharse, me regaló dos palabras en un tono que no dejaba duda a la más mínima interpretación..."buena suerte". Su tono fue de una inmensa lástima. Sin girarme siquiera ni por educación, continué mi camino hacia el interior. Era una noche fría. 

Dentro comencé a sentir calor. Filas de personas hacían cola ante las que parecían ser las dos únicas ventanillas disponibles en toda la terminal. Se ve que nadie esperaba este alboroto de gente. Los que estaban allí ninguno miraban al frente, todos retorcían sus manos con gestos de preocupación y de miedo. Observando sus caras, fui consciente que estaba en el sitio adecuado. 

Por primera vez en mi vida me alegré de haber sido previsora. Yo tenía ya conmigo mi billete. Hacía semanas que me había decidido a actuar. A pesar de las inmensas dudas normales, sabía lo que tenía que hacer. 

Evitando el tumulto de personas que se agolpaban por todas partes, fui despacito abriéndome paso hasta un banco que se encontraba un poco más retirado de toda la afluencia de gente que me rodeaba en aquel extraño sitio. Allí tomé asiento y traté de tranquilizarme.

Busqué mi billete en el macuto que traía conmigo. Me costó algo de tiempo localizarlo porque aunque no llevaba muchas pertenencias, todas se amontonaban en un espacio muy reducido. Al final lo logré encontrar entre un libro y un cuaderno. Lo saqué. Nunca había visto un impreso semejante. Era del tamaño de una cuartilla y estaba abarrotado de letras por todos lados. Pensé que debía ser la única que era capaz de haberlo leído. Las letras se agolpaban sin dejar siquiera un espacio libre en los márgenes. Había tal cantidad de información que dejar clara, que apenas cabía todo en la propia cuartilla. Me la sabía ya de memoria.

Se trataba de un billete distinto a cualquiera que había tenido alguna vez entre mis manos. Líneas y más líneas me prometían lo que andaba buscando... una vida con cero sufrimientos, con cero vivencias...una vida de deleite, de no pensar, de no tener que hacer ni decidir nada.

Este tren pasaba sólo una vez al año, de ahí la cantidad de personas que esperaban ansiosas. Era un billete sólo de ida... la vuelta era todo un misterio. Era consciente que las pocas personas que conocía o de las que había escuchado hablar que se habían atrevido a aventurarse en este viaje, nunca las había vuelto a ver o a saber de ellas. Sus allegados contaban sobre ellos miles de historias con diferentes finales. Circulaban relatos que ahora eran felices. Llegaban hasta nuestros oídos rumores de un chaval del pueblo que se había marchado hacía dos años, que había sido visto tras la ventanilla en el mismo asiento del mismo vagón un tiempo después. Contaban que tenía la mirada ausente pero una gran sonrisa tonta en los labios. Todo el barrio desde entonces lo admiraba porque nunca antes había sido capaz de reir.

El ruido de la locomotora anunciando su llegada de repente me trajo de vuelta a la realidad. Con un pitido intermitente se empezaron a abrir las puertas de cada vagón. Muchas personas estaban acompañadas de sus respectivos familiares en los andenes y con un largo abrazo se despedían. 

Lo último que recuerdo fue que pensé en una de las múltiples cláusulas..."De ti depende que sea un viaje de vuelta o tan sólo de ida".

Me permití una única vez mirar hacia atrás antes de comenzar a subir. Allí dejaba mi antigua vida. Una vida real, con sus más y sus menos, con sus alegrías, pero también con sus penas... Yo ahora no quería sentir ya nada. 

En la entrada del vagón, como simple recibimiento, colgaba un enorme cartel luminoso que mostraba lo que me depararía mi nuevo destino... en él se podía leer..."bienvenido al tren del olvido"...

jueves, 30 de abril de 2015

Gracias...

Reparé en él por la cantidad de chapas que lucía. Como buena amante de ellas, era complicado apartar la vista de su espalda donde cubrían su pequeña mochila. Observé que estaban tan apretadas las unas a las otras que desde la distancia donde me encontraba, era imposible observarlas y prestarles atención como se merecían. Así que decidí acercarme. Aprovechando que era una hora de la tarde en que apenas había nadie en la librería, y que justo me tocaba ordenar una estantería cercana a su ubicación, decidí que era un momento adecuado, como podía haber sido otro cualquiera.

Desde mi nueva ventajosa situación ya pude apreciar con mayor precisión todos los detalles de aquellas pequeñas joyas. Contaba con una colección de múltiples colores y diferentes temáticas. Todas eran diferentes y en un principio no tenían ninguna relación entre ellas. Mi mirada pasó de su mochila a sus manos. Parecía dudar entre un volumen ilustrado de Kafka y una novela gráfica sobre el mismo autor.

Sonreí. Una persona con chapas en su mochila y sosteniendo entre las manos al formidable Kafka, era ya más que una buena señal en mi larga tarde aburrida para conocer a alguien interesante, que por algún motivo que no se puede llegar a explicar, sentí que terminaría aportándome cosas.

Me acerqué y entablamos conversación. Después de recomendaciones varias y de discernir sobre el ambiente kafkiano que habitaba en las novelas de El Golem de Gustav Meyrink y en el cuento ilustrado por la editorial Nórdica de Vila-Matas, me dijo que su nombre era Carlos. 

Carlos parecía transmitir demasiada serenidad para la edad que decía tener. Miraba directamente a los ojos sin darte una mínima tregua de descanso. Hablaba con seguridad, contándome pequeños detalles sin importancia sobre hechos cotidianos que parecían para él en cambio tener una prioridad absoluta por la manera de relatarlos, se notaba que se esforzaba para que yo los comprendiera y entendiera. Hablamos sobre la vida, sobre el futuro, sobre la responsabilidad que en cierta manera arrastramos de poder llegar a ser felices. Me contó el origen de su devoción por las chapas, y no dudó en descolgar una pequeñita de su macuto y ofrecérmela con una amable sonrisa. Yo a cambio sólo pude darle las gracias. Pareció bastarle.

Seguimos charlando entre mis quehaceres en la librería sobre muchos diversos temas y como el mundo termina siendo tan pequeñito, acabó confesándome que me conocía ya de vista por haberse topado conmigo en mi época de becaria en la biblioteca de la Universidad.

Lo que más disfruto de estos encuentros fortuitos que te regala a veces la vida es que eres capaz de comunicarte con mayor facilidad con una persona desconocida y hablar sobre temas que quizás a amigos no te atrevas a contarles por miedo a que te juzguen. Me confesó su único miedo. Yo le hablé de mis cosas, de mis sueños, de cómo me sentía en este momento de mi vida. Charlamos sobre la idea de vida reducida a pequeños momentos bonitos en los que disfrutar, al mero hecho de compartir, a cómo lo etiquetábamos todo, al terrible error de los conceptos...

Tras terminar mi turno de tarde, al ir a despedirme de mi compañero, ví que me entregaba un paquetito. Era un regalo que me habían dejado. Sorprendida, lo abrí y me encontré un librito precioso de poesía. En su portada a lápiz estaban escritas estas palabras... "Gracias Mar, por todo  lo que me has dado esta tarde, permite que te lo agradezca con este libro... "

Hoy soy yo la que te da a ti las gracias con esta pequeña entrada...

jueves, 16 de abril de 2015

Al otro lado...


Abro la ventana. Al instante, una ráfaga de viento me acaricia el rostro. Cierro los ojos y por primera vez en días siento que todo puede ser diferente. Mis sentidos se agudizan. Todo mi cuerpo responde a esa ilusoria y mágica palabra llamada "vida".

Como si mi espíritu se elevara, imagino con una sonrisa en la cara lo que podría estar ocurriendo al otro lado del mundo, donde  no me puede cobijar la soledad de este cuarto. Me vienen a la cabeza miles de escenarios felices; historias que pueden estar pasando en este mismo momento, sueños que se deben estar cumpliendo, risas, instantes de magnífica complicidad...

Mi cuerpo se inclina hasta ponerse de puntillas anticipándose a vivir  todo aquello que me deparará el día al otro lado de esta muralla. Aprieto fuerte los ojos e imagino... imagino sentir el sol en mi piel, tumbarme oyendo los sonidos que representan a mi alrededor que todo está en constante cambio y movimiento, observar las sonrisas en las caras de las personas con las que me cruzo, disfrutar de los segundos... necesito sentirme parte del mundo...

En un último segundo, abro por fin mis ojos volviendo a la realidad en un temerario acto de valentía.

La calle está desierta. Sólo el ruido ensordecedor de una moto que se aproxima en la distancia a una velocidad de vértigo termina aniquilando de golpe todas mis ilusiones perdidas, contaminando el ambiente enrarecido de un simple dia de inminente lluvia.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Autoengaño...

Hace años que apenas como... sólo me alimento de líquido. El líquido corre por mi cuerpo famélico provocándome dolores que retuercen mis entrañas. Mi nombre no importa. Vivo en la calle Sierra, en Barcelona, reclutada en un cuarto tan pequeño como lo que ocupa a día de hoy mi escuálido cuerpo. Aquí, a pesar de todo... soy feliz.

Tengo a mi alrededor todo lo que me llena... libros, música, cartas... Nada me falta. 

Los libros descansan esparcidos por cada rincón del angosto cuarto, ocupando todos los recónditos lugares donde una vez existió un posible hueco. Algunos me los sé de memoria. Los he aprendido repitiéndome una y otra vez párrafos enteros mientras danzo y recorro la sencilla habitación con mis pies diminutos. A veces hasta los recito tarareando, me hace sentir parte de lo que leo.

La música también es esencial en mi vida. Sin ella sentiría que mis días no tienen ese ritmo crucial que deben poseer, según relatan las historias con las que me empapo en los libros. Depende del fragmento elegido, lo acompaño de un estilo u otro.

Pero mi bien más preciado son las cartas. Hace años que comparto correo postal con un chico de un lugar lejano. Espero ansiosa todos los días que deslicen bajo mi puerta ese papel con su ya venerada letra impresa. Mi corazón se vuelve ansioso, explota de alegría y temor. Tengo miedo que algún día pueda ser su último escrito.

Sus noticias me transforman...

El ritual siempre es el mismo... sostengo la carta entre mis manos el tiempo suficiente para poder tranquilizarme... no debe una leer la vida de otros en un estado de ansiedad, no está bien, no se comparte igual. En esos instantes mi mente divaga imaginándome lo que contienen esas líneas... su próximo viaje, la gente que ha conocido, sus historias del día a día que para mí son la luz de mis noches. Al rato la abro, me pongo de pie y con la carta en las manos selecciono una canción apropiada y la tarareo al ritmo de la música. Mi cuerpo débil se hace partícipe acompañando cada movimiento.

Sé que algún día acabará esta correspondencia... una no puede hacer esperar a otra persona tanto tiempo inventándose historias de viajes o trabajos para ir aludiendo un mes más el momento del encuentro. Las ideas se me van agotando... las suelo copiar de las narraciones de mis libros... En mis cartas mi vida es maravillosa, viajo a lugares insólitos, tengo un perro al que adoro, estoy siempre rodeada de amigos, tengo una casita en el campo con un huerto... ¿Cuánto tiempo se puede alargar una mentira de semejante calibre?

Ésta sin duda... más de lo esperado. Muy a mi pesar pronto tendré que consumarla, inventándome un final dramático... no puedo ya tirar de más excusas que suenan a enormes incoherencias y mentiras.

Soy consciente que esta situación se me ha escapado de las manos, supongo que imaginé que alguna vez sucedería. La solución a este problema y la manera de mitigarlo no la he encontrado en los libros que poseo... ¿cómo es posible que ninguna de tantas historias sea parecida a lo que me está pasando? Estoy nerviosa... mi amigo pretende venir a visitarme y conocerme. Debo acabar con ello lo antes posible. Lo único que me queda y persigo es que el recuerdo que mantenga de mí sea lo más bonito posible. Mejor finalizar algo a tiempo a que se expanda y explote...

Han pasado con hoy exactamente ya seis meses. Sus cartas empezaron a escasear, fui de una manera tan brutal consciente de cómo se alejaba de mí...

Cada vez su correspondencia fue espaciándose más y más en el tiempo. Fui culpable de toda esta situación. Aún conservo en mi memoria aquellas palabras que le dediqué en mi última carta para que desapareciera de mi vida. Me duelen como puñales rasgando mi piel todavía. 

Pronto amanecerá... la madrugada dará su paso a un nuevo día. 

Otra noche que no he podido conciliar el sueño...

Me autoengaño creyendo que vivo feliz, que pronto mi vida por arte de magia cambiará...

lunes, 23 de marzo de 2015

Decisiones...

Me siento bloqueada. Todo lo que llena en estos momentos mi cabeza son pensamientos inútiles. Ideas que van y vienen sin tregua arrasándolo todo. ¿Por qué será tan difícil tomar una decisión? Supongo que es porque no quiero ser de ese tipo de personas que la vida las arrastra a una determinada  dirección. Quiero ser "Yo" la que gobierne mi vida... y para eso sé que tengo que tomar una decisión.

Llevo días sin dormir, apenas pruebo bocado... Estoy deseando tener un hueco en el día para poder medir mis opciones, pero en cuanto me tumbo y me relajo, soy presa de una inquietud que inunda mi alma, que no me queda más remedio que levantarme y ponerme a hacer cosas.

Es curioso esto de tener varias opciones ante uno... lo que parece sencillo y fácil se vuelve complicado. Siempre me acuerdo en momentos como éste de uno de mis poetas favoritos, Benjamín Prado. "No hay mayor preso que el que duda ante dos puertas abiertas". Así me siento yo ahora mismo.

Hago un ejercicio de objetividad. Mi vida no va a ser ni más bonita ni más caótica porque elija una de mis dos posibilidades...tan sólo va a ser diferente. Esto me tranquiliza. Si tuviéramos que saber si nuestra existencia es como debiera ser o qué hubiera pasado conmigo si hubiera seguido ése otro camino que un día pude tomar, nos volveríamos locos.

Intento hacer una lista con los pros y contras... nada... resultado ambiguo... no se qué cantidad de peso tiene para mí lo positivo de cada opción. Sigo encerrada en la misma espiral de incertidumbre.

He preguntado a mis amigos y conocidos, pero ya se sabe... qué fácil es para los demás aconsejar sobre un hecho ajeno siempre que no nos toque a nosotros mismos el sufrirlo... así que elimino también esta posible solución.

En el fondo sé que la única que tiene que afrontar esto lleva mi nombre, mis apellidos y me mira en este instante desde el espejo del cuarto de baño con dos lagrimones que asustan.

Pero tengo algo a mi favor... que confío en mí misma. Sé que aunque haya momentos en que crea que todo se me va de las manos... voy a elegir bien. En realidad no es duro el hecho de tomar decisiones... lo peor es la incertidumbre de no saber qué hacer... si te estás equivocando. Por eso, sé que cuando esté preparada mentalmente para tomarla, no voy a permitirme mirar hacia atrás. Ése tan maligno "qué hubiera pasado si..." tiene que desaparecer bien lejos. Seguiré mi camino escogido, seré feliz con la opción tomada y meditada y se me abrirán puertas condicionadas por el camino que he visto justo tomar...



martes, 10 de marzo de 2015

Inercia...

Me miro en el espejo... no me reconozco...

Aquella chiquilla alegre y risueña dista mucho de parecerse al fantasma que me devuelve mi propio reflejo...

Surcos morados rodean enormes ojos... nariz de un color rosáceo... pómulos marcados... mirada evasiva, fría, distante... 

Me acerco con cuidado al gran ventanal de la cocina... como de costumbre no acierto a ver nada. Saco fuerzas de donde puedo y me pongo de puntillas para buscar la luna... Aparece medio escondida entre dos altos edificios... permanece allí solitaria, vigilándolo todo, pendiente de mi desastroso mundo...

Divago sobre los pensamientos...
cómo resultan difíciles de controlar.
Se construyen, toman vida propia y se difuminan a pasos agigantados.
Me recuerdo a mí misma por quinta vez hoy 
que necesito abandonar esta maldita tendencia mía a analizar... 
sé que terminará pasándome factura.

Me apoyo en el alféizar de la ventana mientras enciendo un cigarrillo...

Abajo la calle yace abandonada, sola, oscura...
no se escucha apenas nada... solo un leve sonido lejano...
estas horas de la madrugada son las que más me gustan
cuando el resto del mundo duerme y calla...

Entre todo este humo que en este instante me rodea
me gusta observar lo que pienso
como si de una simple ajena espectadora se tratara
miro funcionar mi mente con una nítida y temeraria voluntad propia...

Los pensamientos entran, salen, sin previo aviso...

Hay días que regresan tristes y encogidos...
otros vuelven altaneros, burlándose de mí
con una media sonrisa en los labios...

¿Sonreír?  tiene gracia... hace meses que no recuerdo lo que es eso...

Yo les pregunto, intento indagar sobre sus posibles cambios de humor
me embargo en una disputa socrática conmigo misma... y nada.

Siempre lo mismo...

Sólo consigo un enorme y terrorífico vacío...
una nada que se extiende... que me absorbe y me cala todos los malditos huesos...

Tan sólo alguna vez obtengo una vil respuesta
una dañina certeza de no llegar a ser nunca apta para entenderlos.

Hoy me vuelvo a sentir sola... a esta hora aún no han regresado.

Temo querer salir a buscarlos
porque intuyo el sitio donde se han podido entretener...
tengo miedo que su estancia se prolongue o que no pueda ser partícipe de su retorno.

Es curioso cómo sin ellos me siento hueca
incapaz, abatida, desorientada
pero al mismo tiempo y si se puede,
libre, tranquila
sin esa presión continua a la que me someten martilleando mis entrañas.

Sé que posiblemente han ido a buscarte
a que te des por fin cuenta que nada es lo que parece
que la vida es menos complicada de lo que pretendemos...

habrán ido a relatarte sus argumentos...
a intentar disminuir esa distancia que duele tanto, a derribar ese muro cada vez más alto...

pero se ve que a ti ya nada de esto te interesa...
y para mí hace mucho que dejó de tener el más mínimo sentido.