jueves, 31 de mayo de 2012

Tiempo...


Es curioso cómo un simple día de playa puede depararte tantos pensamientos...

Coges un día cualquiera y decides ir a pasarlo a la playa. La compañía es perfecta, te encuentras rodeada de unos buenos amigos y de gente que no conoces de nada, pero mientras que va trascurriendo el día, los sientes ya cercanos a ti. Pasas en definitiva un día agradable.

La playa es fabulosa para relajarte porque no tienes nada que hacer realmente, sólo dedicarte a ti misma y ver pasar el tiempo. Puedes ocuparte de observar y disfrutar pero tienes muy claro, que a todo menos que a pensar. Ya eso lo haces a diario y hoy es día de dejar la mente en blanco y dejarte llevar. Intentas alejar de ti todos los pensamientos y prejuicios que te acompañan en el día a día y a veces te incomodan.  

Es bonito estar sin hacer nada, se trata de un día relajante en el que sólo te tienes que preocupar de disfrutar del momento, de comer, de bañarte, de pasear, de reír, de charlar. Todo lo demás se evapora. Las preocupaciones del día a día se logran ver tan lejanas... que hasta llegan a parecerte que pertenecen a otra persona ...

Está visto que en mi caso ni ese momento de descanso mental tengo. Para mí estar ahí  conlleva  ser consciente de toda esta realidad.

Ayer, mientras que dejaba mi mente en blanco para no pensar en nada... me puse a meditar sobre el concepto del tiempo.

El concepto del tiempo es muy relativo y engañoso. Me gustan las cosas relativas. No saber en un instante determinado lo que te va a terminar sucediendo y que todo, según la perspectiva con la que la enfoquemos, se puede ver de una manera o de otra... es algo siempre a la vez perturbador y excitante.

El tiempo en un día de playa transcurre sin alteraciones, más bien lento.  Es así, es un fluir de instantes que avanza de manera inexorable y sin nada que podamos hacer para modificar su habitual curso en nuestras vidas. Se va desplegando ante ti y tiene el maravilloso poder de modificar tu percepción. Experimentar, que un eterno momento fascinante ha durado tan sólo un segundo, y en cambio, otro momento desesperado, horas interminables. 

Cuando somos adultos todo pasa y acontece con una inmensa rapidez. No nos damos cuenta del paso de las horas y de los años. Cuando nos paramos a pensar por un segundo en todo lo que nos ha pasado, nos sentimos atrapados por la velocidad del paso del tiempo. Nos sentimos hasta agobiados porque tenemos la impresión y la absoluta certeza que no hemos aprovechado lo que nos ofrece la vida en todo su apogeo.

En cambio todo era diferente cuando éramos niños. Recuerdo esas horas interminables, en las que te daba tiempo a disfrutar de todo. Unas simples vacaciones eran tan largas e interminables como un día de colegio. El tiempo transcurría lento, pausado porque no teníamos conciencia del tiempo que se nos iba. 

Para el ser humano el tiempo es decisivo e importante. Lo medimos todo a través de ese concepto de tiempo. Un mismo instante para una persona puede presentarse eterno y para otros muchos ser fugaz. La frase típica que siempre escuchamos de "tiempo al tiempo" o "todo es cuestión de tiempo", hace que nos relajemos y seamos capaces de por unos segundos pensar que la vida puede ser eterna y que disponemos de todo el tiempo del mundo para ser o hacer lo que queramos, lo que nos de la gana.

Pero ya he mencionado que el tiempo es engañoso. Y se trata de una noción errónea. La vida y las experiencias nos recuerdan continuamente que tan sólo disponemos del día de hoy, ni siquiera del día completo, sino sólo de este mismo instante en el que me encuentro escribiendo estas líneas. Todo lo demás no existe, no podemos contar con ello.

Lo único que definitivamente tenemos y es real se denomina presente... ese punto infinitesimal situado entre nuestro pasado y el futuro incierto.

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