Vamos por un instante a intentar imaginarnos una línea... una simple línea.
No
se trata de una línea recta... ni siquiera curva... si no que va
cambiando y modificando su forma según los vaivenes de la vida. Esa
línea consta de un principio y de un final. En cada uno de los dos lados
se sitúan dos puntos negros. Se trata de dos puntos en apariencia
semejantes. Son muy parecidos entre sí pero si uno se fija bien empieza a
observar diferencias entre ellos. Uno es de un color negro más oscuro y
la forma de avanzar por la línea es continua. El otro en cambio es de
color negro grisáceo, y se desplaza por la línea de una manera
peculiar... lo mismo va para delante que se mueve para atrás. Su
recorrido es discontinuo.
Cada uno de estos puntos tiene
su propio espacio, su sitio y lugar en la línea. A medida que la vida va
pasando ambos puntos se van desplazando por la línea, recorren varios
metros, retroceden... hasta que llega un inesperado día que sin darse
cuenta se tropiezan.
Se produce un hecho insólito. Al
encontrarse se quedan asombrados, se miran el uno al otro y se estudian.
Los puntos negros son por naturaleza solitarios, distantes, llevan toda
su vida solos, sólo se mueven por inercia y lo único que saben hacer es
desplazarse por la línea sin sentido alguno.
Al
producirse el encuentro, se ven obligados de un día para otro a contar
uno con el otro, no saben qué hacer con el otro punto negro. Así que no
les queda más remedio que comenzar a moverse juntos por la línea. Ya no
están solos, por tanto avanzan al mismo tiempo siguiendo la misma
dirección.
Se producen días felices aunque extraños. No
es fácil acostumbrarse a una rutina diaria de soledad y de vacío y verse
obligado en un momento determinado a la experiencia de compartir. Los
puntos descubren que se pueden relacionar entre ellos. Día a día van
dependiendo el uno del otro sin darse cuenta... hasta que llega un
momento en que están tan unidos entre ellos que parecen en apariencia un
solo punto negro enorme situado en un espacio específico de la línea.
Pronto
comienzan las desavenencias entre ellos. Un punto comienza a
considerarse más importante que el otro, hasta llega a creerse que tiene
el mando y la capacidad de decidir sobre el otro.
Viven
situaciones complicadas. En ocasiones uno de los puntos se ve arrastrado
por el otro y entre ellos nada resulta lo mismo. En otras se van
adelantando en el camino uno al otro o retroceden siguiendo en un
instante direcciones opuestas. Cuando eso se produce, los dos puntos
tiran y tensan tanto la línea que uno de los puntos es trasladado de
golpe por el otro hacia el lado del vencedor.
Llega un
día que es tanta la tensión acumulada en la línea por ambos puntos que
la línea termina cediendo y rompiéndose por uno de los lados. El punto
que cae experimenta los peores sentimientos conocidos... miedo,
desesperación, temor ante lo desconocido, desasosiego... Todo lo malo se
apodera de él. Se siente débil, vencido. Le sobrevienen la nostalgia, el
apego por lo que tenía...
Pero poco a poco esos
sentimientos se transforman en otros. Se da cuenta que lo que está
viviendo ahora y el espacio nuevo en el que se encuentra no tiene las
limitaciones de la línea. Aprende a liberarse de todo su pasado. Se ha
convertido en un punto independiente como antes, pero con unas nuevas
circunstancias en las que tiene todo el espacio ante él para ir donde
quiera... y avanza ya confiado y sin miedo.
Leo esta entrada y no puedo dejar de pensar en otro blog...
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