martes, 15 de mayo de 2012

Pequeños placeres...

No hay nada que me resulte más complicado que disfrutar de lo que tengo. Es algo que siempre me ha pasado. Me suele ocurrir que ansío cosas que en el instante en el que llegan... zas... se me presentan menos atractivas que en el momento que las había imaginado. Es como soñar durante un largo período de tiempo con algo, para finalmente, una vez conseguido, tener la sensación de no poder disfrutarlo plenamente. Se trata de una situación extraña, desconcertante... Supongo que a todos en algún momento nos habrá pasado.

Pero todo esto poco a poco en mi vida ha ido cambiando. Hoy en día soy capaz de disfrutar de lo que hago, soy capaz de vivir el momento presente. Realmente no me preguntéis cómo lo he logrado... tan sólo sé que disfruto verdaderamente con cada cosa, persona e instante que me rodea y de la que me veo envuelta en un determinado segundo. Cuando pienso en ello mi raciocinio me da la explicación tan simple como que he cambiado mucho. A veces creo que a una velocidad demasiado rápida para poder hasta controlar tanto cambio. Pero supongo que mi mente me engañará, y todo puede ser una sensación errónea mía, y puede tratarse del resultado de dejarme arrastrar por una de mis miles de manías... la exageración excesiva.

Un día os hablaré sobre todas las manías que tengo. Es un tema profundamente personal que me va a costar afrontarlo. No prometo contaros toda la verdad pero al menos os haré reír un poquito.

Todo este rollo anterior es para deciros que ahora mismo disfruto con pequeñas cosas. Estoy sentada aquí al fresquito de mi dulce hogar mientras escribo estas líneas y para mí es un placer lo que estoy haciendo. Aquí reina el silencio. Es una sensación a la que cuesta acostumbrarse pero, una vez interiorizada esta percepción de calma, se encuentra uno de maravilla.

Me gusta sentarme aquí junto a la ventana de mi escritorio y dedicarme a escribir y a leer. Últimamente lo hago mucho. Mis apuntes de oposiciones los tengo junto a mí a la derecha. Es curioso lo poco que me llaman la atención, a pesar de lo mucho que me atrae dedicarme a ello. Me gusta echarle la culpa de esto al calor que me termina desconcertando y me quita la poca fuerza de voluntad que tengo, pero no nos engañemos, siempre busco alguna excusa para apartarlos de mi lado.

Otra cosa con la que disfruto mucho en estos días es de la música. Consecuencia de vivir donde vivo es que te puedes permitir el lujo de poner una canción al máximo volumen sin importarte nada. Las bailo todas, hasta las lentas... Las canto todas también y creo que mi vecino ya me está mirando de una manera extraña cada vez que nos cruzamos en el pasillo.

Otro momento perfecto es cuando salgo a mi terracita a leer. Sobre las ocho o nueve de la noche saco mi tumbona y me predispongo a relajarme para iniciar un rato de lectura. Es otro placer inexplicable. Los amantes de un buen libro me entenderán perfectamente. Al rato de sumergirme en mi historia, ya solo estamos ella y yo. Poco importa que alguien pase caminando o hablando a voces... yo sigo inmersa en lo mío.

Ahora me ha dado por la poesía. Realmente no creo haberla disfrutado tanto en mi vida ni haberla valorado como hasta ahora. La verdad es que me agobia tanto conocimiento. Me encantaría poder entender de todo lo que me interesa. Veo libros a mi alrededor y quisiera tener tiempo para dedicarme a todos ellos. Pasar un día de la poesía al teatro, a la historia de la literatura, al estudio de las ciencias... sin olvidarme de lo mío, la filosofía, que muchas veces como no la recuerde se cae en el olvido.

No voy a dejar de nombrar mi mayor gozo... que es andar descalza, ya da igual que sea verano o invierno. Sentir en verano el suelo a mis pies fresquito creo que es de las cosas que más valoro. Me da seguridad dentro de la torpeza que me caracteriza. En invierno es un poco problemática esta manía mía ya que es innegable que tengo a todas horas los pies, las manos y la nariz fría. Todo eso acompañado de un suelo helado pues puede ser un suplicio para mi acompañante. Pero en verano es una de las mejores sensaciones. De las muchas veces que he hecho el Camino de Santiago he procurado que mis pies sintieran y me agradecieran cada riachuelo, playa, césped que he atravesado. Es un verdadero placer.

Así que ya sabéis, si algún día os apetece compartir conmigo uno de mis momentos citados... sólo tenéis que avisarme. Eso sí, aquí en mi dulce hogar se entra sin zapatos... :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario