Se trataba de una sensación extraña, desconocida para ella. A
cada paso que daba la presión y ese malestar iban creciendo dentro. Ya
no había escapatoria. En otras ocasiones el dolor se había apoderado de
su interior pero no de esa manera. Ahora era definitivo. No existían
palabras para exteriorizar lo que estaba experimentando. Su mente se
empezaba a nublar, no distinguía ya las formas a su alrededor. Tampoco
podía pensar con claridad. Vagos recuerdos comenzaron a aflorar en su
mente, personas amadas, días felices, y todo se iba diluyendo...
Temía
no haber disfrutado de la vida en todo su esplendor. Tenía miedo del
poco futuro que veía ante ella. Añoraba cosas y personas que antes jamás
les había concedido valor. Dios... era el final.
La
angustia iba en aumento. Ya le costaba respirar. Intentó que su
respiración se tornase más profunda y lenta, pero era imposible. Sentía
como una losa caer sobre su pecho. Sintió algo tibio en la cara. Al
acercar sus manos se dio cuenta que estaba llorando. Intentó gritar
para que alguien la ayudara, pero las palabras no le salían de la
garganta. Tragó saliva e intentó relajarse.
Su cuerpo ya
no le respondía. Sus piernas ya no las sentía. Su cabeza empezó a girar y
girar sin sentido. Dios mío, si tan sólo pudiera despedirse de él. Ver
su cara por última vez, tocar sus manos... la culpabilidad la invadió.
Entonces se desplomó. Pensó en el golpe que se aproximaba al chocar contra el
suelo. Pero no hubo tal sensación. Al contrario, chocó contra algo
blando. Se quedó quieta. Por lo menos la situación había mejorado en
algo. Poco a poco empezó a relajarse. Escuchó una voz a lo lejos y se
dejó llevar por ese sonido. Juraría que unas manos la acariciaban pero
debía ser producto de su locura. Los párpados le pesaban. Sonrió hasta
que se quedó dormida. ....
Despertó al día siguiente. Todo
había sido un sueño... pero en su interior sabía que el sufrimiento
había sido tan intenso que esa maldita sensación la acompañaría en
muchos días.
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