domingo, 29 de abril de 2012

Sobre gustos no hay nada escrito...

Me gusta el tenis, las motos y el fútbol.
Me desagrada el baloncesto.
Me chifla saborear el azúcar.
No me gusta la comida salada.
Me gusta el pescado.
No me agrada la carne.
Me encanta que me mimen y cuiden.
Detesto la frialdad en las personas.
Me enorgullece que me guste viajar.
No soporto el metro en hora punta.
Añoro un cruce de miradas.
Odio las personas que mienten.
Me fascina paladear la fresa , el queso y el paté.
Me da asco la carne cruda.
Me muero porque me quieran.
Aborrezco que me traten como a una imbécil.
Me gustan mis ojos.
No me gustan mis orejas.
Me complacen los dias lluviosos.
Me entristecen los dias de mucho calor.
Me emocionan las películas y los libros buenos.
Me repatean las telenovelas.
Amo una buena conversación.
Odio hablar por hablar.
Me interesa la gente divertida.
Huyo de la gente dañina.
Me deleita pasear y pasear y pasear.
Sufro por estar mucho tiempo sentada.
Disfruto con mi risa.
Me disgusta mi mala leche.
Me cautivan los amaneceres y atardeceres.
No aprecio el resto del día.
Adoro el roce de una piel amada.
Me da miedo dormir sola.
Me apetece echar de menos.
Me da pena  no sentir nada.

Sueño...

Se trataba de una sensación extraña, desconocida para ella. A cada paso que daba la presión y ese malestar iban creciendo dentro. Ya no había escapatoria. En otras ocasiones el dolor se había apoderado de su interior pero no de esa manera. Ahora era definitivo. No existían palabras para exteriorizar lo que estaba experimentando. Su mente se empezaba a nublar, no distinguía ya las formas a su alrededor. Tampoco podía pensar con claridad. Vagos recuerdos comenzaron a aflorar en su mente, personas amadas, días felices, y todo se iba diluyendo...

Temía no haber disfrutado de la vida en todo su esplendor. Tenía miedo del poco futuro que veía ante ella. Añoraba cosas y personas que antes jamás les había concedido valor. Dios... era el final.

La angustia iba en aumento. Ya le costaba respirar. Intentó que su respiración se tornase más profunda y lenta, pero era imposible. Sentía como una losa caer sobre su pecho. Sintió algo tibio en la cara. Al acercar sus manos  se dio cuenta que estaba llorando. Intentó gritar para que alguien la ayudara, pero las palabras no le salían de la garganta. Tragó saliva e intentó relajarse.

Su cuerpo ya no le respondía. Sus piernas ya no las sentía. Su cabeza empezó a girar y girar sin sentido. Dios mío, si tan sólo pudiera despedirse de él. Ver su cara por última vez, tocar sus manos... la culpabilidad la invadió.

Entonces se desplomó. Pensó en el golpe que se aproximaba al chocar contra el suelo. Pero no hubo tal sensación. Al contrario, chocó contra algo blando. Se quedó quieta. Por lo menos la situación había mejorado en algo. Poco a poco empezó a relajarse. Escuchó una voz a lo lejos y se dejó llevar por ese sonido. Juraría que unas manos la acariciaban pero debía ser producto de su locura. Los párpados le pesaban. Sonrió hasta que se quedó dormida. ....

Despertó al día siguiente. Todo había sido un sueño... pero en su interior sabía que el sufrimiento había sido tan intenso que esa maldita sensación la acompañaría en muchos días.

lunes, 9 de abril de 2012

Reflexiones...

Las personas tenemos una clara tendencia a complicarnos la existencia. Ya de por sí la vida se concibe como dura, imaginémonos por un momento que le añadimos por iniciativa propia más ingredientes que se empeñan en oscurecerla. El resultado se presenta ante nuestros ojos como no puede ser de otra manera, con una simple palabra: dolor.

En la carrera de filosofía aprendí muchas nociones sobre qué era la existencia, la vida. Muchos conceptos del porqué estamos aquí. De dónde venimos, hacia dónde nos dirigimos... Preguntas vitales que todo ser humano se plantea alguna vez en su vida.

Es duro para algunos encontrarse arrojado en este mundo sin haberlo pedido y tener que construirse día a día su propio destino... Para otros se trata de un milagro, un regalo del día a día porque pueden construirse, aprender de los errores y ser felices. La mayoría pasan desapercibidos, sin preguntarse nunca por nada, sin cuestionarse absolutamente nada de lo que les rodea. Pero es curioso cómo todos ansiamos y perseguimos lo mismo: el concepto escurridizo y complicado de la felicidad.

Yo la felicidad la concibo en instantes, en momentos esporádicos... nunca como un estado absoluto ni al que se puede llegar de forma definitiva. Es un estado transitorio, que aparece en ocasiones e igualmente desaparece, dependiendo supongo de muchas circunstancias. Pero me gusta pensar que cada día en el que abro los ojos me voy a encontrar con uno de esos instantes reveladores... ahora eso sí, si ya es difícil toparme con ellos, ya el ser consciente y aprovecharlos es otra historia....

Cuando conozco a una persona me gusta saber de ella estas cosas, averiguar cómo concibe su vida, a qué se aferra, cuáles son sus metas... de ahí extraigo mi versión de la esencia de cada uno, puedo ver aunque sea una pequeña corteza de su personalidad, algo que poco a poco si me interesa debo ir descubriendo. Me gusta sentir lo que me transmiten...

A mí me suelen caer bien en general casi todo tipo de personas, los que me conocen lo saben. Pero no me interesan todas, sólo indago en las que encuentro algo que me atrae, que me llena...

En muchas ocasiones me equivoco con ellas, pero de todas aprendo algo, lo que quiero ser, lo que no...

Me fascinan las personas por las que siento una afinidad nada usual entre nosotros. Aunque creamos que es algo cotidiano, no es tan frecuente encontrarse con alguien especial, que te transmite cosas, con la que desde el primer momento sientes que la química, la amistad, el entendimiento  se sitúan en primer plano,se transmiten y fluyen a través nuestro en recíproco sentido... es algo que me resulta conmovedor. En estos raros encuentros, cuando ya encima sientes y te percatas de que se tienen cosas en común, ya es algo que marca para siempre. 

Así que esto va dedicado a vosotros... a los que me habéis dejado vuestra marca en mi corta pero feliz existencia.

sábado, 7 de abril de 2012

Metro...

No soporto a la gente que no comprende que deben dejar bajar a las personas del metro antes de montarse ellas. Yo las observo divertida. Se van poquito a poco acercando a la puerta de acceso, mirando de reojo el monitor de minutos, van dando pasitos hasta colocarse tan cerca de una de las entradas, que cuando llega el metro no tienen más remedio que apartarse, pero sólo otro poquito, porque si no,  es imposible la maniobra. Una vez dentro se sienten más relajados, como diciendo para ellos "meta cumplida" y en sus facciones y gestos notas que se destensan, otra vez poquito a poquito. Hasta que llega la hora de la salida y vuelven a repetir la misma operación.

Yo soy una persona muy maníaca, pero tengo unas reglas, y es que hay que respetar a los demás por encima de todo. Pues he de admitir que en el metro me transformo en alguien a quien yo misma aborrezco.

Hay veces que entre metro y metro transcurren tantos minutos que he tenido que idear para hacerlo más llevadero tareas para joder a este tipo de gente. Cuando atisbo algún personaje de este tipo, me convierto en alguien peor que él y me adelanto a sus movimientos. Me coloco en la puerta en su lugar y cuando llega el vagón me aparto y dejo bajar a las personas, no teniendo más remedio mi infortunado personaje que esperar detrás mía. Una vez dentro noto que me dirige unas cuantas miradas asesinas, que convierten el momento en algo divertido. Ya no os cuento nada cuando sé en la parada en que se van a bajar y me coloco de nuevo delante para joderles otro momento del día.

En el metro te pueden ocurrir escenas maravillosas para ser relatadas. Yo he vivido centenares de ellas. He estado tan apretada, tan estrujada que he colocado el libro que estaba leyendo en ese momento entre dos hombros de igual altura. Debo decir que las miradas que recibí no fueron muy alentadoras.

Una vez sufrí durante un cuarto de hora la tortura de un niño que no dejaba de darme patadas durante todo el trayecto. La madre por supuesto no decía nada. Cuando fue mi turno de apearme me desquité y le devolví tan sólo una de ellas. Me bajé tan rápido como pude tras escuchar al niño que lloraba.  Suerte que la madre no me vio por la gente acumulada.

Otro día tal fue el frenazo, que en mi usual torpeza, me caí encima de un niño de veintipico que con una sonrisa de oreja a oreja me dijo que no pasaba nada. A los pocos minutos se produjo otro frenazo y volví a caer en el mismo lugar, y ya el chico lleno de satisfacción me rodeó con los brazos  insinuándome que sabía mi propósito y prometiéndome que si me quedaba quietecita iba a pasar un agradable trayecto.

Un día la puerta se cerró y a una chica que estaba a mi lado se le quedó atrapada entre dos puertas  la correa de un macuto que tenía en la espalda. Mar la buena fue a ayudarla. Ttiramos y tiramos sin darnos cuenta que ya estábamos en la siguiente parada, la puerta se abrió y nos mandó a las dos de un golpe al otro lado de la entrada, arrastrando con nosotras a otro chico que estaba allí parado leyendo, al cual se le cayeron del susto casi todas sus pertenencias. Esa chica aun me sonríe cuando me la encuentro de vez en cuando.

Ya no viajo tanto en metro, pero sé que en el momento que tenga que utilizarlo voy a sonreír porque me esperará alguna aventura fantástica con la que reírme a lo largo del día.

jueves, 5 de abril de 2012

Días...


Hay días que incitan a la lectura, al recogimiento, a la soledad... Días en los que tu mente necesita espacio, distancia, tiempo... Días en los que te gustaría desaparecer y estar en un lugar distinto... Días en los que te repites que nunca más, en los que tu orgullo sale a relucir y te pide que le tengas en cuenta... Días en los que tu única compañía son una manta sobre ti y el murmullo de voces en la distancia... Días en que comprendes que nada es como te gustaría que fuera y que tu única posibilidad es la realidad que te rodea... Días en los que te vienen a la mente recuerdos y emociones ya vividos y añoranza de tiempos perdidos...bDías en que echas de menos... Días en que te gustaría volver a ser la persona que eras... Días en que repetirías eternamente ese momento vivido con cierta persona... Días en los que no estás ni para ti misma...

Hoy realmente no es uno de esos días... pero al escuchar la lluvia, me han venido a la memoria...