miércoles, 25 de marzo de 2015

Autoengaño...

Hace años que apenas como... sólo me alimento de líquido. El líquido corre por mi cuerpo famélico provocándome dolores que retuercen mis entrañas. Mi nombre no importa. Vivo en la calle Sierra, en Barcelona, reclutada en un cuarto tan pequeño como lo que ocupa a día de hoy mi escuálido cuerpo. Aquí, a pesar de todo... soy feliz.

Tengo a mi alrededor todo lo que me llena... libros, música, cartas... Nada me falta. 

Los libros descansan esparcidos por cada rincón del angosto cuarto, ocupando todos los recónditos lugares donde una vez existió un posible hueco. Algunos me los sé de memoria. Los he aprendido repitiéndome una y otra vez párrafos enteros mientras danzo y recorro la sencilla habitación con mis pies diminutos. A veces hasta los recito tarareando, me hace sentir parte de lo que leo.

La música también es esencial en mi vida. Sin ella sentiría que mis días no tienen ese ritmo crucial que deben poseer, según relatan las historias con las que me empapo en los libros. Depende del fragmento elegido, lo acompaño de un estilo u otro.

Pero mi bien más preciado son las cartas. Hace años que comparto correo postal con un chico de un lugar lejano. Espero ansiosa todos los días que deslicen bajo mi puerta ese papel con su ya venerada letra impresa. Mi corazón se vuelve ansioso, explota de alegría y temor. Tengo miedo que algún día pueda ser su último escrito.

Sus noticias me transforman...

El ritual siempre es el mismo... sostengo la carta entre mis manos el tiempo suficiente para poder tranquilizarme... no debe una leer la vida de otros en un estado de ansiedad, no está bien, no se comparte igual. En esos instantes mi mente divaga imaginándome lo que contienen esas líneas... su próximo viaje, la gente que ha conocido, sus historias del día a día que para mí son la luz de mis noches. Al rato la abro, me pongo de pie y con la carta en las manos selecciono una canción apropiada y la tarareo al ritmo de la música. Mi cuerpo débil se hace partícipe acompañando cada movimiento.

Sé que algún día acabará esta correspondencia... una no puede hacer esperar a otra persona tanto tiempo inventándose historias de viajes o trabajos para ir aludiendo un mes más el momento del encuentro. Las ideas se me van agotando... las suelo copiar de las narraciones de mis libros... En mis cartas mi vida es maravillosa, viajo a lugares insólitos, tengo un perro al que adoro, estoy siempre rodeada de amigos, tengo una casita en el campo con un huerto... ¿Cuánto tiempo se puede alargar una mentira de semejante calibre?

Ésta sin duda... más de lo esperado. Muy a mi pesar pronto tendré que consumarla, inventándome un final dramático... no puedo ya tirar de más excusas que suenan a enormes incoherencias y mentiras.

Soy consciente que esta situación se me ha escapado de las manos, supongo que imaginé que alguna vez sucedería. La solución a este problema y la manera de mitigarlo no la he encontrado en los libros que poseo... ¿cómo es posible que ninguna de tantas historias sea parecida a lo que me está pasando? Estoy nerviosa... mi amigo pretende venir a visitarme y conocerme. Debo acabar con ello lo antes posible. Lo único que me queda y persigo es que el recuerdo que mantenga de mí sea lo más bonito posible. Mejor finalizar algo a tiempo a que se expanda y explote...

Han pasado con hoy exactamente ya seis meses. Sus cartas empezaron a escasear, fui de una manera tan brutal consciente de cómo se alejaba de mí...

Cada vez su correspondencia fue espaciándose más y más en el tiempo. Fui culpable de toda esta situación. Aún conservo en mi memoria aquellas palabras que le dediqué en mi última carta para que desapareciera de mi vida. Me duelen como puñales rasgando mi piel todavía. 

Pronto amanecerá... la madrugada dará su paso a un nuevo día. 

Otra noche que no he podido conciliar el sueño...

Me autoengaño creyendo que vivo feliz, que pronto mi vida por arte de magia cambiará...

lunes, 23 de marzo de 2015

Decisiones...

Me siento bloqueada. Todo lo que llena en estos momentos mi cabeza son pensamientos inútiles. Ideas que van y vienen sin tregua arrasándolo todo. ¿Por qué será tan difícil tomar una decisión? Supongo que es porque no quiero ser de ese tipo de personas que la vida las arrastra a una determinada  dirección. Quiero ser "Yo" la que gobierne mi vida... y para eso sé que tengo que tomar una decisión.

Llevo días sin dormir, apenas pruebo bocado... Estoy deseando tener un hueco en el día para poder medir mis opciones, pero en cuanto me tumbo y me relajo, soy presa de una inquietud que inunda mi alma, que no me queda más remedio que levantarme y ponerme a hacer cosas.

Es curioso esto de tener varias opciones ante uno... lo que parece sencillo y fácil se vuelve complicado. Siempre me acuerdo en momentos como éste de uno de mis poetas favoritos, Benjamín Prado. "No hay mayor preso que el que duda ante dos puertas abiertas". Así me siento yo ahora mismo.

Hago un ejercicio de objetividad. Mi vida no va a ser ni más bonita ni más caótica porque elija una de mis dos posibilidades...tan sólo va a ser diferente. Esto me tranquiliza. Si tuviéramos que saber si nuestra existencia es como debiera ser o qué hubiera pasado conmigo si hubiera seguido ése otro camino que un día pude tomar, nos volveríamos locos.

Intento hacer una lista con los pros y contras... nada... resultado ambiguo... no se qué cantidad de peso tiene para mí lo positivo de cada opción. Sigo encerrada en la misma espiral de incertidumbre.

He preguntado a mis amigos y conocidos, pero ya se sabe... qué fácil es para los demás aconsejar sobre un hecho ajeno siempre que no nos toque a nosotros mismos el sufrirlo... así que elimino también esta posible solución.

En el fondo sé que la única que tiene que afrontar esto lleva mi nombre, mis apellidos y me mira en este instante desde el espejo del cuarto de baño con dos lagrimones que asustan.

Pero tengo algo a mi favor... que confío en mí misma. Sé que aunque haya momentos en que crea que todo se me va de las manos... voy a elegir bien. En realidad no es duro el hecho de tomar decisiones... lo peor es la incertidumbre de no saber qué hacer... si te estás equivocando. Por eso, sé que cuando esté preparada mentalmente para tomarla, no voy a permitirme mirar hacia atrás. Ése tan maligno "qué hubiera pasado si..." tiene que desaparecer bien lejos. Seguiré mi camino escogido, seré feliz con la opción tomada y meditada y se me abrirán puertas condicionadas por el camino que he visto justo tomar...



martes, 10 de marzo de 2015

Inercia...

Me miro en el espejo... no me reconozco...

Aquella chiquilla alegre y risueña dista mucho de parecerse al fantasma que me devuelve mi propio reflejo...

Surcos morados rodean enormes ojos... nariz de un color rosáceo... pómulos marcados... mirada evasiva, fría, distante... 

Me acerco con cuidado al gran ventanal de la cocina... como de costumbre no acierto a ver nada. Saco fuerzas de donde puedo y me pongo de puntillas para buscar la luna... Aparece medio escondida entre dos altos edificios... permanece allí solitaria, vigilándolo todo, pendiente de mi desastroso mundo...

Divago sobre los pensamientos...
cómo resultan difíciles de controlar.
Se construyen, toman vida propia y se difuminan a pasos agigantados.
Me recuerdo a mí misma por quinta vez hoy 
que necesito abandonar esta maldita tendencia mía a analizar... 
sé que terminará pasándome factura.

Me apoyo en el alféizar de la ventana mientras enciendo un cigarrillo...

Abajo la calle yace abandonada, sola, oscura...
no se escucha apenas nada... solo un leve sonido lejano...
estas horas de la madrugada son las que más me gustan
cuando el resto del mundo duerme y calla...

Entre todo este humo que en este instante me rodea
me gusta observar lo que pienso
como si de una simple ajena espectadora se tratara
miro funcionar mi mente con una nítida y temeraria voluntad propia...

Los pensamientos entran, salen, sin previo aviso...

Hay días que regresan tristes y encogidos...
otros vuelven altaneros, burlándose de mí
con una media sonrisa en los labios...

¿Sonreír?  tiene gracia... hace meses que no recuerdo lo que es eso...

Yo les pregunto, intento indagar sobre sus posibles cambios de humor
me embargo en una disputa socrática conmigo misma... y nada.

Siempre lo mismo...

Sólo consigo un enorme y terrorífico vacío...
una nada que se extiende... que me absorbe y me cala todos los malditos huesos...

Tan sólo alguna vez obtengo una vil respuesta
una dañina certeza de no llegar a ser nunca apta para entenderlos.

Hoy me vuelvo a sentir sola... a esta hora aún no han regresado.

Temo querer salir a buscarlos
porque intuyo el sitio donde se han podido entretener...
tengo miedo que su estancia se prolongue o que no pueda ser partícipe de su retorno.

Es curioso cómo sin ellos me siento hueca
incapaz, abatida, desorientada
pero al mismo tiempo y si se puede,
libre, tranquila
sin esa presión continua a la que me someten martilleando mis entrañas.

Sé que posiblemente han ido a buscarte
a que te des por fin cuenta que nada es lo que parece
que la vida es menos complicada de lo que pretendemos...

habrán ido a relatarte sus argumentos...
a intentar disminuir esa distancia que duele tanto, a derribar ese muro cada vez más alto...

pero se ve que a ti ya nada de esto te interesa...
y para mí hace mucho que dejó de tener el más mínimo sentido.