Hace años que apenas como... sólo me alimento de líquido. El líquido corre por mi cuerpo famélico provocándome dolores que retuercen mis entrañas. Mi nombre no importa. Vivo en la calle Sierra, en Barcelona, reclutada en un cuarto tan pequeño como lo que ocupa a día de hoy mi escuálido cuerpo. Aquí, a pesar de todo... soy feliz.
Tengo a mi alrededor todo lo que me llena... libros, música, cartas... Nada me falta.
Los libros descansan esparcidos por cada rincón del angosto cuarto, ocupando todos los recónditos lugares donde una vez existió un posible hueco. Algunos me los sé de memoria. Los he aprendido repitiéndome una y otra vez párrafos enteros mientras danzo y recorro la sencilla habitación con mis pies diminutos. A veces hasta los recito tarareando, me hace sentir parte de lo que leo.
La música también es esencial en mi vida. Sin ella sentiría que mis días no tienen ese ritmo crucial que deben poseer, según relatan las historias con las que me empapo en los libros. Depende del fragmento elegido, lo acompaño de un estilo u otro.
Pero mi bien más preciado son las cartas. Hace años que comparto correo postal con un chico de un lugar lejano. Espero ansiosa todos los días que deslicen bajo mi puerta ese papel con su ya venerada letra impresa. Mi corazón se vuelve ansioso, explota de alegría y temor. Tengo miedo que algún día pueda ser su último escrito.
Sus noticias me transforman...
El ritual siempre es el mismo... sostengo la carta entre mis manos el tiempo suficiente para poder tranquilizarme... no debe una leer la vida de otros en un estado de ansiedad, no está bien, no se comparte igual. En esos instantes mi mente divaga imaginándome lo que contienen esas líneas... su próximo viaje, la gente que ha conocido, sus historias del día a día que para mí son la luz de mis noches. Al rato la abro, me pongo de pie y con la carta en las manos selecciono una canción apropiada y la tarareo al ritmo de la música. Mi cuerpo débil se hace partícipe acompañando cada movimiento.
Sé que algún día acabará esta correspondencia... una no puede hacer esperar a otra persona tanto tiempo inventándose historias de viajes o trabajos para ir aludiendo un mes más el momento del encuentro. Las ideas se me van agotando... las suelo copiar de las narraciones de mis libros... En mis cartas mi vida es maravillosa, viajo a lugares insólitos, tengo un perro al que adoro, estoy siempre rodeada de amigos, tengo una casita en el campo con un huerto... ¿Cuánto tiempo se puede alargar una mentira de semejante calibre?
Ésta sin duda... más de lo esperado. Muy a mi pesar pronto tendré que consumarla, inventándome un final dramático... no puedo ya tirar de más excusas que suenan a enormes incoherencias y mentiras.
Soy consciente que esta situación se me ha escapado de las manos, supongo que imaginé que alguna vez sucedería. La solución a este problema y la manera de mitigarlo no la he encontrado en los libros que poseo... ¿cómo es posible que ninguna de tantas historias sea parecida a lo que me está pasando? Estoy nerviosa... mi amigo pretende venir a visitarme y conocerme. Debo acabar con ello lo antes posible. Lo único que me queda y persigo es que el recuerdo que mantenga de mí sea lo más bonito posible. Mejor finalizar algo a tiempo a que se expanda y explote...
Han pasado con hoy exactamente ya seis meses. Sus cartas empezaron a escasear, fui de una manera tan brutal consciente de cómo se alejaba de mí...
Cada vez su correspondencia fue espaciándose más y más en el tiempo. Fui culpable de toda esta situación. Aún conservo en mi memoria aquellas palabras que le dediqué en mi última carta para que desapareciera de mi vida. Me duelen como puñales rasgando mi piel todavía.
Pronto amanecerá... la madrugada dará su paso a un nuevo día.
Otra noche que no he podido conciliar el sueño...
Me autoengaño creyendo que vivo feliz, que pronto mi vida por arte de magia cambiará...
Tengo a mi alrededor todo lo que me llena... libros, música, cartas... Nada me falta.
Los libros descansan esparcidos por cada rincón del angosto cuarto, ocupando todos los recónditos lugares donde una vez existió un posible hueco. Algunos me los sé de memoria. Los he aprendido repitiéndome una y otra vez párrafos enteros mientras danzo y recorro la sencilla habitación con mis pies diminutos. A veces hasta los recito tarareando, me hace sentir parte de lo que leo.
La música también es esencial en mi vida. Sin ella sentiría que mis días no tienen ese ritmo crucial que deben poseer, según relatan las historias con las que me empapo en los libros. Depende del fragmento elegido, lo acompaño de un estilo u otro.
Pero mi bien más preciado son las cartas. Hace años que comparto correo postal con un chico de un lugar lejano. Espero ansiosa todos los días que deslicen bajo mi puerta ese papel con su ya venerada letra impresa. Mi corazón se vuelve ansioso, explota de alegría y temor. Tengo miedo que algún día pueda ser su último escrito.
Sus noticias me transforman...
El ritual siempre es el mismo... sostengo la carta entre mis manos el tiempo suficiente para poder tranquilizarme... no debe una leer la vida de otros en un estado de ansiedad, no está bien, no se comparte igual. En esos instantes mi mente divaga imaginándome lo que contienen esas líneas... su próximo viaje, la gente que ha conocido, sus historias del día a día que para mí son la luz de mis noches. Al rato la abro, me pongo de pie y con la carta en las manos selecciono una canción apropiada y la tarareo al ritmo de la música. Mi cuerpo débil se hace partícipe acompañando cada movimiento.
Sé que algún día acabará esta correspondencia... una no puede hacer esperar a otra persona tanto tiempo inventándose historias de viajes o trabajos para ir aludiendo un mes más el momento del encuentro. Las ideas se me van agotando... las suelo copiar de las narraciones de mis libros... En mis cartas mi vida es maravillosa, viajo a lugares insólitos, tengo un perro al que adoro, estoy siempre rodeada de amigos, tengo una casita en el campo con un huerto... ¿Cuánto tiempo se puede alargar una mentira de semejante calibre?
Ésta sin duda... más de lo esperado. Muy a mi pesar pronto tendré que consumarla, inventándome un final dramático... no puedo ya tirar de más excusas que suenan a enormes incoherencias y mentiras.
Soy consciente que esta situación se me ha escapado de las manos, supongo que imaginé que alguna vez sucedería. La solución a este problema y la manera de mitigarlo no la he encontrado en los libros que poseo... ¿cómo es posible que ninguna de tantas historias sea parecida a lo que me está pasando? Estoy nerviosa... mi amigo pretende venir a visitarme y conocerme. Debo acabar con ello lo antes posible. Lo único que me queda y persigo es que el recuerdo que mantenga de mí sea lo más bonito posible. Mejor finalizar algo a tiempo a que se expanda y explote...
Han pasado con hoy exactamente ya seis meses. Sus cartas empezaron a escasear, fui de una manera tan brutal consciente de cómo se alejaba de mí...
Cada vez su correspondencia fue espaciándose más y más en el tiempo. Fui culpable de toda esta situación. Aún conservo en mi memoria aquellas palabras que le dediqué en mi última carta para que desapareciera de mi vida. Me duelen como puñales rasgando mi piel todavía.
Pronto amanecerá... la madrugada dará su paso a un nuevo día.
Otra noche que no he podido conciliar el sueño...
Me autoengaño creyendo que vivo feliz, que pronto mi vida por arte de magia cambiará...