Que no me gusten o intente evitarlas, no quita que tengan que ser en ocasiones necesarias. Y éste, por qué no, puede ser un momento (como cualquier otro) adecuado y propicio para la mía.
En mi caso no sé a ciencia cierta si se trata de un hasta luego definitivo, o si por el contrario, dentro de unos días, o de un mes tendré más cosas que contaros. Lo único que sé es que a día de hoy así lo siento.
No existe una razón concreta para mi decisión. Supongo que se juntarán unas cuantas. Si a todo esto añadimos que estoy demasiada ocupada últimamente para concentrarme y sentarme a escribir, pues está todo claro. Igual que también tengo claro que necesito un parón.
En la vida existe un momento en el que debemos plantearnos una parada. Creo que es totalmente necesaria y positiva. Una parada implica dejar por un tiempo todo de lado y ser conscientes de lo que somos, de hacia dónde vamos y de dónde venimos. Lo que indudablemente varía es el tiempo que necesita cada persona. Eso suele ser personal y completamente relativo.
Yo he tenido muchas paradas a lo largo de mi existencia. Hay quien necesita solo replantearse todo sólo una vez en su vida. Los hay como yo, que nos gusta pararnos de vez en cuando, meditar, reflexionar y así coger fuerzas.
En mi pasado cada vez que hacía el camino de Santiago era para mí el momento idóneo para hacer mi paradita particular. Todo a mi alrededor lo propiciaba. Tras el año entero de no parar, por los estudios, el trabajo y otras cosas, llegaba el ansiado verano y era el momento para parar. El mismo cuerpo te lo pedía. Era sólo preparar mi macuto y ponerlo a mi espalda, cuando ya empezaba a desconectar de todo. Después se sumaba el viaje, el tren, las ciudades y pueblecitos que ibas descubriendo, los amaneceres y atardeceres, ese silencio y esa paz que te brindaba la madre naturaleza, los nuevos amigos... El alejarte y ver tu vida desde fuera, desde otra ciudad y a una cierta distancia es algo que te impresiona. Si a todo eso le añades cambiar drásticamente de rutina y hacer cosas diferentes, eres más capaz de dejar todo de lado y tomar la distancia necesaria para poder meditar mejor.
Mis amigos no entendían que para descansar me fuera a hacer el camino. No entendían que mi cuerpo a lo largo del año estaba descansado, pero no mi mente. El camino traía el efecto contrario, tu cuerpo acababa reventado, es cierto, pero tu mente se expandía, tu energía aumentaba y como consecuencia tu cuerpo a pesar del cansancio, se venía arriba.
Al parar te das cuenta en esos momentos de muchas cosas; de que las preocupaciones diarias por inmensas tonterías no han merecido la pena, de que el parar y reflexionar es indispensable para todos porque no se puede llevar el mismo ritmo siempre, que no todo en la vida es trabajar y ser responsable, que es una delicia dejarlo todo y viajar, que hay que rodearse de las personas que te hacen bien, te aportan y te quieren y que la vida es algo que no se puede delegar, que debes coger las riendas tú mismo. Aprendes que igual que en el camino un peso de más acabas pagándolo caro... en la vida pasa lo mismo, que nos vamos agotando con cosas innecesarias. Aprendes que la vida es parecida al camino... con sus subidas y bajadas... en las cuestas se sufre pero hay que ir con la mente puesta en que después de esa subida necesariamente hay una bajada, para poder soportarla... y que en la vida ocurre igual, hay etapas de subidas, bajadas y tramos completamente llanos con los que tenemos que lidiar...
Para pararte y reflexionar no hace falta viajar y estar lejos. Cada uno debe parar como pueda. Sólo es importante poder mirarte un poquito desde fuera y analizarlo todo. Yo últimamente he tenido otra parada esencial, no la busqué , me vino impuesta, pero una vez realizada... la agradeces. Y cambias, qué importante es eso... CAMBIAR; cambiar tu actitud ante las cosas, ante las personas, ante lo que te ocurre en general.
Por eso mismo también voy a hacer un parón en este blog. La llamaré mi parada virtual. Creo haberlo dicho todo este año. Entro en una etapa de mi vida rodeada de cosas nuevas para mí. Y como todo buen parón, volveré con más energía que antes y quién sabe... mucho más tarada que nunca.
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