lunes, 26 de noviembre de 2012

Imaginación...

"Cuando la imaginación se compara con la realidad, a veces hace mucho daño..."  Estas palabras fueron el resultado de la tajante conclusión a la que llegó un amigo mío hace poco tras escuchar mi testimonio. Me quedé pensativa tras escucharlas. Pensé que tenía muchísima razón, pero fue tan enorme mi coraje ante tal afirmación, que en vez de meditar y aceptar lo que me transmitía, decidí mejor optar por otra posibilidad motivada más por una pataleta infantil mía que por otra cosa... le dejé de hablar por treinta días. 

¿Por qué fueron precisamente treinta días? Muy sencillo, porque hace poco leí que se necesitaban tan solo treinta días para cambiar y comenzar un nuevo hábito, treinta días para que tu mente reflexionara sobre algo en particular y pudiera asimilar nueva información, treinta días para que un simple pensamiento fuera fijado en tu nueva forma de pensar y pudiera hacer un efecto positivo. Así que para ver si podía ser cierto... dejé pasar esos treinta días.

La imaginación puede ser una buena aliada o tu peor compañera de camino. Supongo que según cómo cada persona sea, surtirá un efecto u otro. En mi caso puedo decir que me ha aportado buenas soluciones en algunos casos y en otros, demasiados comederos de cabeza innecesarios. 

Me gusta soñar cuando estoy despierta. Imagino mi vida. Mi vida en múltiples escenarios. Todos ellos desde ángulos y perspectivas diferentes. Pero al fin y al cabo, mi vida. Esa vida mía que gira y gira tanto que en ocasiones creo que es lógico que la viva mareada. Pero en esos ratos en que uso la imaginación todo se modifica y mi vida adquiere un tinte diferente, calmado, relajado... haciendo que todo resulte mucho más sencillo y fácil de llevar.

Pero como vivir así sería demasiado trivial y como me gustan los retos, es normal que los momentos en los que tire de la imaginación sea cuando se convierte en mi peor enemiga. Así soy yo. En vez de optar por lo que me facilitaría y me allanaría el camino tortuoso, me acompaño por lo más complicado.

Me gusta su definición. Se trata de un proceso superior que permite al individuo manipular información generada intrínsecamente con el fin de crear una representación percibida por los sentidos de la mente. Es curioso cómo esa información no la captamos del exterior, es formada dentro de nosotros mismos en ausencia de estímulos. Representamos cosas que fueron visualizadas previamente sin encontrarse en el momento presentes en ese instante en el ambiente. 

Todo esto significa que en un momento determinado tu mente puede captar algo del exterior, lo interioriza, y cuando pasa un tiempo lo representamos gracias al proceso de imaginación. Es tan cotidiano este proceso de imaginar que no somos conscientes de lo que representa. Es sorprendente. Es tan maravilloso el acto de imaginar que no sólo se reduce al sentido de la visión, sino también engloba otras áreas sensoriales. 

Los psicólogos hacen hincapié en que la imaginación no puede anteponerse nunca a la realidad. Las personas que lo viven todo gracias a la imaginación y siempre están soñando, se pierden la realidad, se alejan de ella. Digamos que nuestro yo idealizado se asemeja más a la imaginación y nuestro yo real a nuestro presente, a nuestra realidad.

Como estoy medio tarada, me gusta la gente con mucha imaginación. Me gusta esa similitud que se le concede a la imaginación con la locura. Pienso en esos personajes de libros que me cautivaron todos ellos por su extrema falta de cordura, llevados por un exceso de imaginación abrumador. En ocasiones quisiera ser y convertirme en uno de ellos, volverme invisible para el resto del mundo y no tener que afrontar este mundo que en ocasiones se vuelve tan angosto y empinado. Me gustaría perderme en mi imaginación, vivir sin enterarme de nada. 

Pero como no me he vuelto todavía loca perdida, prefiero afrontar las cosas, vivir la vida. Levantarme día a día con esa ilusión renovada de disfrutar de todo lo que me rodea, de lo que me quiera deparar la vida, lo que tenga reservado para mí. He elegido usar mi imaginación para sólo determinados momentos en los que me tiendo en mi sofá y me dejo llevar por alucinaciones y escenarios que puede que nunca me acaezcan, pero que disfruto ese ratito a solas con ellos. Eso sí, me permito estos breves momentos muy de vez en cuando, porque no quiero perder mi tiempo, quiero usar y repartir mi dulce locura en mi mundo real, en el que existo, en el que soy una persona común con sus más y sus menos, gastarlo con las personas que me rodean y tienen un huequito en mi existencia.

 En definitiva, no quiero soñar una posible realidad... sólo quiero hacer realidad mis sueños.

P.D. Te lo dedico a ti... por tender ese puente entre mis dos mundos. ;)


sábado, 3 de noviembre de 2012

Tren nocturno a Lisboa...

"Tren nocturno a Lisboa" es una novela que he devorado. En estos días de lluvia he aprovechado cada ratito para sostenerla entre mis manos y profundizar en ella. Me he sumergido entre sus páginas con una mantita y una bebida caliente mientras escuchaba la lluvia caer al otro lado de mi ventana. Cuando disfrutas con una buena lectura, una vez que pasa el tiempo, y la evocas con recuerdos de lluvia, tranquilidad, sofá y manta... la novela parece mucho más placentera.

El título mismo me embelesó. Contiene tres maravillosas palabras. Tren, nocturno y Lisboa. Si las juntamos en una misma frase no es de extrañar que captaran mi atención. Me gusta viajar sobre todo en tren con un buen libro entre mis manos y buena música en mis oídos. La palabra nocturno me fascina y más si va acompañando de tren. Y qué decir de Lisboa... la única vez que he estado allí me gustó tanto que ha sido uno de mis viajes más recordados. 

Lo bueno de mi trabajo es que estoy rodeada todo el día de libros. Miles y miles de títulos me llaman desde todas direcciones. Leo un montón de sinopsis diariamente, descartando y anotando mentalmente los que considere imprescindibles... eligiendo mi próxima víctima. Así que cuando pasé al lado de este libro y vi su título me causó un gran placer. Me dejo llevar por estas cosas en mi vida. Al igual que las personas cuando las conoces te dan una impresión y te dejas arrastrar por ellas, acertando o no tiempo después... con los libros me ocurre lo mismo. Los elijo porque me suele atraer un buen título que me parezca interesante, también por su cubierta y cómo no... por su autor. 

Tras leer dicho título me fijé en su autor y ahí supe que mi decisión iba a ser correcta. Tenía muchas ganas de leerme algo de Pascal Mercier y mira tú por dónde, ahí estaba ante mis ojos mi ansiada posibilidad. 

Nuestro protagonista principal es Raimund Gregorius, un sabio erudito profesor de instituto de lenguas antiguas. Hombre predecible completamente y con una minuciosidad en su rutina diaria, hasta el punto de recordar a Kant por pasar puntualmente a una hora exacta por el mismo sitio. Dos acontecimientos van a trastocar su vida monótona y poco poética: una mujer apoyada en una barandilla de un puente un día de lluvia y un libro escogido al azar de un poeta portugués, Amadeu do Prado. A mitad de una clase de latín, decide de pronto marcharse, dejarlo todo y coger el primer tren nocturno camino a Lisboa. Allí conocerá tantos personajes y vivirá tantos momentos inolvidables que lo harán plantearse si no debería haber arriesgado más a lo largo de su antigua vida. Todo esto con el influjo de los escenarios de las calles de la nostálgica Lisboa.

Es un libro que te hace plantearte tu propia existencia, lo que normalmente hacemos y lo que queremos, si estamos realmente en el camino correcto de lo que buscamos para nuestra vida. Me gustan los libros así. Los que te hacen parar de leer un fragmento para pensar y meterte dentro de ti misma para interiorizar lo que acabas de leer... esto lo ha conseguido esta novelita. Tiene tantos párrafos buenos que te entran ganas de anotarlos para no caer en la mala costumbre de terminar subrayando el libro. 

Plantea cuestiones filosóficas que todos deberíamos alguna vez pararnos a reflexionar. Conceptos como la vida, como el tiempo, como la soledad más demoledora y arraigada... llegando hasta la irrevocable muerte. 

Si una parte de ti, sólo una mínima parte, se siente identificada con algo de la personalidad de nuestro protagonista, ya estás perdido en la historia. Si alguna vez te has sentido aislado, fuera de lugar, con una existencia apática y aburrida y con algo dentro de ti que te lleva a pensar que las cosas pueden o están a punto de cambiar para mejor, y sientes tirar de ti un tipo de sentimiento de nostalgia y añoranza por algo que nunca te ha pasado pero que no sabes el porqué está en ti y te guía hacia un nuevo destino... merece la pena darle una oportunidad a este libro.

En resumen, novela que me ha enriquecido. Una historia para leer y dejarse llevar, haciéndote olvidar todo lo que te rodea.