sábado, 11 de julio de 2015

Escritos...

Levanto mis ojos de los folios. Un sonido procedente de la calle ha terminado por interrumpir mi concentración. He estado tan ensimismada en ellos, que apenas me he dado cuenta que debo de llevar ya unas horas escribiendo. 

Te busco con la mirada. Ahí estás, dormido sobre papeles alborotados por toda la mesa. Te mueves inconscientemente mientras te observo, pero no terminas de despertar del sueño. Inspecciono de un simple vistazo la habitación donde me encuentro, es acogedora y bonita, con paredes pintadas de un color gris cálido, y vuelvo mi atención de nuevo hacia ti. Pareces tranquilo, echado sobre tus brazos en una postura que no aparenta ser nada cómoda, pero que a ti no parece molestarte en absoluto. Soy consciente del sonido de tu respiración acompasada, ya que el cuarto se halla en completo silencio. Sólo un sonido lejano recuerda que el mundo sigue vivo en algún lugar allá fuera...

Medito sobre este momento. En cómo me siento y en cómo he acabado así. En lo bueno que es, a veces, pararse y tomar conciencia de lo que tenemos y hacia dónde vamos. Imagino que soy una simple espectadora de lo que ahora es mi vida, y que si supiera pintar, reflejaría este segundo como si de mí no se tratara. Reparo en las hojas que he escrito, como siempre...retazos de una mente dispersa. No me canso de valorar estos instantes en los que estoy sola, en los que puedo pensar abstraída en mil cosas. Sé que últimamente me encuentro rara, como ausente, pero que me conoces tan bien que aciertas a no decirme nada mientras me abandono día a día entre mis cosas, mis papeles y mis historias. En la vida hay momentos de reflexión, en los que uno necesita perderse para poder volver poco a poco a construirse, estando uno mismo completa e irremediablemente solo. 

Vuelvo a contemplarte. Has abierto los ojos no sé hace cuánto tiempo y me devuelves la mirada con una sonrisa en la cara. Te levantas muy despacio desperezándote mientras explicas que vas a darte una ducha. Te examino mientras veo cómo te alejas en dirección al cuarto de baño. Hacia el final del pasillo, caminas cómicamente persiguiendo siempre poder hacer el payaso. Esta vez eliges avanzar como un viejecito encorvado moviendo las caderas muy dramáticamente, para a los pocos minutos terminar desapareciendo definitivamente de mi campo de visión...

Al poco rato cierro los ojos y me deleito escuchando de lejos caer el sonido relajante del agua, mientras pienso...que la felicidad si existe...tendrá que ser algo parecido a esto...