"Últimamente no vivo en el mundo real. Soy como una de esas marionetas bonitas pero insulsas que son dirigidas por unas manos ajenas que lo controlan todo. Cada uno de los movimientos, de los giros, de los traspiés que da el destino en mi vida... son el resultado de unos hilos invisibles que me dominan a su antojo".
Hace unos días iba yo sentada en un asiento del metro y escuché embelesada una conversación que mantenían dos hombres mayores que charlaban con una fascinante naturalidad. Lo primero que me llamó la atención fue que ninguno de ellos mostraba el menor atisbo de intentar quedar por encima del otro. Estaban enfrascados en una disputa dialéctica de una manera sencilla, cordial, digna de ser plagiada por más de un magnate de la política. Ambos se respetaban, sus actitudes eran moderadas, mostraban interés por defender sus propias teorías sin restarle por ello al contrario el mérito de que su punto de vista también podría ofrecerle perspectivas interesantes... Disertaban sobre el destino.
El destino es un constructo metafísico que ofrece miles de interpretaciones. Está ligado a la teoría de la causalidad. Nada existe por azar al igual que nada se crea de la nada. Todo tiene una causa y por tanto está predestinado a existir desde el momento en que la causa surgió. El destino guiaría así la vida humana. Pero claro... todo esto choca con el concepto de libertad humana.
No pude ni quise evitar escucharles, primero porque tengo tendencia a analizarlo todo y me encanta ese tema, y segundo, porque me gustó lo que transmitían.
Uno de ellos pensaba que tras analizar su vida, se había dado cuenta que no éramos el centro de nada, que el ser humano por mucha importancia que tenga, es empujado por una fuerza mayor que lo arrasa todo. Como consecuencia creemos que somos los artífices de nuestro propio camino y vivimos por ello una vida de engaños y falacias, ya que hagamos lo que hagamos y tomemos las decisiones que queramos, vamos a llegar a un mismo punto final. Para este viejecito, todo estaba escrito. Podíamos desviarnos de nuestro camino por un breve lapso de tiempo pero al final, lo que tenía que pasarnos estaba ahí y antes o después se ejecutaría sin nuestro permiso.
Ni que decir tiene que me entró una especie de angustia ante tales palabras que hice un esfuerzo por no meterme en la conversación. Confié en que el segundo viejecito le replicase y hablara por mí.
Mi ansiado tertuliano, tras digerir todo lo que había expuesto su gran amigo, comenzó a expresar su opinión. Habló de la importancia de la toma de decisiones, de cómo cada persona con sus aptitudes que toma ante la vida y ante los hechos que le acaecen, forma y crea su propio destino. Que la vida no es para los cobardes, sino para los valientes, para personas que aún teniendo miles de opciones ante ellos, se arriesgan y optan por una de ellas sabiendo que las restantes que dejan por el camino hubieran sido quizás mas acertadas y apropiadas para ellos, pero incluso así no se rinden y siguen persiguiendo lo que buscan.
Yo, que al subir al metro iba enfrascada en uno de mis tantos líos mentales, tuve que dejar de recrearme en mis miedos para abrir mi mente a ese magnífico viejecito que me estaba proporcionando un subidón de adrenalina.
Medité sobre la importancia y la fuerza de las palabras, en el poder que tienen según la seguridad de quien las exponga. Me llevé todo el resto del trayecto observándolos y me di cuenta que eran como el yin y el yang, que nada de esto era real, que no había que optar por uno u otro bando, que las personas solemos ser un conjunto de aquellos dos viejecitos juntos. Un día nos sentimos como el primero de ellos, arrastrados, sometidos por una fuerza mayor que nos empuja y sin ninguna responsabilidad que tomar, y otros días, somos como el segundo, valientes y obstinados en vivir la vida lo mejor que podamos, aunque haya miles de obstáculos ante nosotros.
Cuando por fin dejé de pensar y me volví para echarles el último vistazo a la pareja... ya se habían bajado.
domingo, 8 de junio de 2014
Círculo obsesivo...
Una semana más de espera... un tiempo adicional para despejarme, para no pensar en nada, para ser dueña de mis días, de mis horas.
Un tiempo añadido para atrapar el reloj y no dejarlo avanzar... para recordarme que sólo yo soy la dueña de lo que me pasa, que no existe concepto ninguno de destino al que pueda culpar, no es más que una vaga apariencia... una absurda nimiedad.
Minutos acumulados, segundos regalados... hoy voy a volver a engañarme y creer que todo está como debiera.
Todo es una maldita suma de hechos y casualidades... nada es lo que parece, todo está en profundo cambio... excepto mis pasos que se pierden en este horrendo círculo.
Ecos de ayer que se repiten todo el tiempo... voces que creí seguras a mi lado han desaparecido... personas nuevas importantes que no comprendo dónde estuvieron antes.
Yo sólo avanzo dando vueltas... miro mis pies al hacerlo, son pequeños pero acordes a la estructura de mi cuerpo. Caminan encerrados en una coraza pero se les nota contentos. En veranos son más vistosos, envueltos en colores vivos.
Ahora es invierno... no son fáciles de levantar por el peso de la lluvia que los empapa... avanzan lentos pero progresan... no se quejan...
Ya siento que es la hora, intento tomar impulso...
Eso es lo divertido de ser previsible, me digo, todos creen que voy a seguir siempre encerrada en la misma historia.
Cuento para mí misma... a la de cinco sorprendo... uno dedicado a todos los sueños rotos... el dos va por los pasos seguros aunque tristes, el número tres por lo que dejé atrás, el cuatro por este aburrido círculo monótono que repite todo a su paso... y el cinco... por lo que me deparará esta nueva línea recta que tengo ante mí.
Un tiempo añadido para atrapar el reloj y no dejarlo avanzar... para recordarme que sólo yo soy la dueña de lo que me pasa, que no existe concepto ninguno de destino al que pueda culpar, no es más que una vaga apariencia... una absurda nimiedad.
Minutos acumulados, segundos regalados... hoy voy a volver a engañarme y creer que todo está como debiera.
Todo es una maldita suma de hechos y casualidades... nada es lo que parece, todo está en profundo cambio... excepto mis pasos que se pierden en este horrendo círculo.
Ecos de ayer que se repiten todo el tiempo... voces que creí seguras a mi lado han desaparecido... personas nuevas importantes que no comprendo dónde estuvieron antes.
Yo sólo avanzo dando vueltas... miro mis pies al hacerlo, son pequeños pero acordes a la estructura de mi cuerpo. Caminan encerrados en una coraza pero se les nota contentos. En veranos son más vistosos, envueltos en colores vivos.
Ahora es invierno... no son fáciles de levantar por el peso de la lluvia que los empapa... avanzan lentos pero progresan... no se quejan...
Ya siento que es la hora, intento tomar impulso...
Eso es lo divertido de ser previsible, me digo, todos creen que voy a seguir siempre encerrada en la misma historia.
Cuento para mí misma... a la de cinco sorprendo... uno dedicado a todos los sueños rotos... el dos va por los pasos seguros aunque tristes, el número tres por lo que dejé atrás, el cuatro por este aburrido círculo monótono que repite todo a su paso... y el cinco... por lo que me deparará esta nueva línea recta que tengo ante mí.
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