viernes, 22 de noviembre de 2013

Damon...

Damon se sentía solo. Tras la ventana de su angosta habitación sólo se vislumbraban personajes extraños sacados de una película de terror. Sus grandes ojos perseguían cada figura del escenario de su propia calle. Afuera llovía. Las figuran pasaban sin titubeos, como temerosas de que ese agua que les caía de repente encima, les fuera hacer algún daño. Damon de puntillas tras su ventana intentaba ver alguno de esos rostros. Pero esto era muy difícil. Pasaban como fantasmas delante de él, lo único que captaba eran sombreros, paraguas, abrigos de cuello alto que hacían que esos posibles rostros no existieran.

Damon quería salir, correr tras ellos y gritarles que no se asustasen, que el agua era buena para el alma. Su madre no paraba de repetirle que ese líquido puro ayudaba a aliviar las penas. Le repetía la historia de una muchacha que vivía en el campo a la que le encantaban los paseos matutinos bajo una espesa lluvia. Pero Damon pensaba que aquí en la ciudad todo era diferente. Él como espectador veía cómo el agua arrasaba todo a su paso... las figuras desaparecían al instante y a causa de esto, la calle se estaba quedando prácticamente vacía.

Vacío como él. Damon no era un niño corriente. Sus conocidos le explicaban que era un ser maravilloso pero a él esto no le encajaba con la triste sensación de vacío que siempre le atormentaba. 

Pero hoy estaba decidido a que su suerte cambiara. Hoy se iba a armar de valentía e iba a hacer algo que le marcaría para siempre. Se proponía demostrarles a todos que no era el chico delicado y asustadizo al que tenían que cuidar. Él en su soledad había leído mucho, su mente se había llenado de historias fabulosas donde la figura de un niño de su edad era el protagonista. Un protagonista inmune al dolor. Su madre se pasaba el día llenándole la cabeza de historias donde siempre había un final feliz. Y todos esos relatos ocurrían tras esos temidos cristales. De ahí que él quisiera forjarse su propia historia.

Así que sin más, cogió su gran mochila, tomó aire y se precipitó sin más preámbulos directo a la oscuridad de la calle...

La suerte que tuvo Damon no fue del todo afortunada... Los pocos y últimos que vieron a un chico pequeño con grandes ojos vagar feliz bajo la lluvia, comentaron que iba cantando y dando saltos... pero nadie jamás lo encontró. Eso sí... logró crear al final su propia historia. 

Su tío que era escritor le dedicó un libro de cuentos donde él era el único protagonista... un niño, al que según su tío, para alertar a otros chicos, igual que se le inculcó el valor de las aventuras, del mismo modo se le tendría que haber enseñado la maldad y el peligro.